LAS PALABRAS AHUYENTAN LAS LÁGRIMAS, PERO NO EL LLANTO…
La voz de los imbéciles retumba en el reino de Caifás
donde todo es traición y penumbras,
donde la transparencia se vislumbra adormecida,
donde me siento extranjera.
La palabra marca la frontera entre el ansia y el deseo
y en secreto me trago la ira.
En secreto me refugio en la casa para renovar los sueños.
Sin embargo tengo que romper esa muralla de fuego
que soberana me conduce a una sospecha
que se me vuelve a dibujar con esquinas.
Y me salto las reglas.
A galope me alejo de la mentira
y desafío al visitante a ritmo de tango
para evitar esas sombras que vienen
directas hacia mi llanto.
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